Quizás un subgénero
cinematográfico con entidad propia sea el de las películas de
veranos y de playas. Serían películas vacacionales, de tiempos
muertos, ocio, paseos, oportunidades, flirteos, aprendizajes,
despedidas, viajes, nuevos planes, viejos planes, entradas, salidas,
pérdidas de tiempo, sobre estar fuera de lugar, sobre dejarse
llevar.
El primero de la lista,
por afinidad y por volumen, es Éric Rohmer. Aparte de los ciclos
que él mismo dejó establecidos, los cuentos morales, las comedias y
proverbios y los cuentos de las cuatro estaciones, una manera de
agrupar algunas de sus películas serían las películas rohmerianas
de veranos y de playas. Cuento de verano, lógicamente,
también El rayo verde, que es mi Rohmer preferido,
Pauline en la playa, La coleccionista, La rodilla de Claire,
el desenlace de Mi noche con Maud, que paradójicamente
es una película invernal. Tengo dudas de Nadja en París
y de El amigo de mi amiga, que no son de playas, pero
me parece recordar que sí de veranos. Serían entonces veranos
urbanos, un subgénero dentro del subgénero.
Si Rohmer es el primero,
Jacques Rozier sería el siguiente y desde luego el que más
específicamente abordó el subgénero. Sus dos películas
principales, Adieu Philippine y Du côté
d'Orouët, son esencialmente vacacionales y tan distendidas
como sólo puede serlo un veraneo libre y sin rigideces. Adieu
Philippine trata de un chico que ocupa su tiempo con dos
chicas, en sus últimos días antes de incorporarse al ejército
durante la guerra de Argelia, y Du côté d'Orouët
trata, estrictamente, de un veraneo. Empieza en los últimos días
laborales de agosto de un grupo de amigas en una oficina y cómo se
van de vacaciones a una casa en la playa y termina con la
reincorporación al trabajo en septiembre. Quizás sea de las
películas que mejor han recogido la melancolía de los últimos días
de vacaciones, la sensación del final del verano, cuando los
veraneantes se empiezan a ir y se acaba la fiesta, y la de los
primeros días de septiembre, cuando se regresa obligado a la vida
anterior. Rozier, que aún vive, ha salido en la prensa últimamente,
por la posibilidad de que a sus 94 años sea desahuciado del piso
alquilado en que vive con su mujer.
También Jacques Rivette
hizo del verano un contexto que explorar en sus películas. Céline
y Julie van en barco
es de veranos urbanos, cuando las ciudades se vacían y se
redescubren los viejos lugares con otra mirada, más limpia y
dispuesta a dejarse sorprender. Cuando, bajo la mirada de un gato
ocioso, se sigue el rastro de alguien que cruza con mucha prisa y
París se convierte por azar en el país de las maravillas. Aunque
me gusta menos, veraniega es París nos
pertenece,
sobre una estudiante que se queda en París en verano y cómo
descubre y se ve envuelta en una extraña conspiración, algo que el
resto del año, en otras condiciones, no hubiera ocurrido. También
Alto, bajo, frágil,
en la que Rivette volvía sobre la idea de chicas que se quedan solas
en París en verano y les ocurren cosas extrañas, misteriosas o
extravagantes, que no les hubieran ocurrido de otro modo. La
bella mentirosa,
aunque ocurra en verano y sea, por otra parte, una película
maravillosa, no me parece que sea un ejemplo de película de verano,
ni de veraneos. Tampoco El último verano,
el título español que le endosaron a la última película de
Rivette. El título original era otro y no tenía nada que ver, ni
contenía referencias al verano.
Billy Wilder tuvo unos
cuantos veranos memorables. La tentación vive arriba,
sobre un rodríguez y sus fantasías a propósito de una nueva vecina
rubia. Está Avanti!,
sobre unos días en otro país, con otras personas, otro tiempo y
otra lengua. Quizás una película que merece mejor renombre del que
tiene. Otra es Con faldas y a lo loco,
que transcurre en gran parte en Florida, pero no creo que sirva como
ejemplo. El argumento va por otra parte y no explota la idea del
veraneo.
Hay
películas que recuerdo como muy calurosas, pero no especialmente
veraniegas. Me ocurre con muchas asiáticas. Se me vienen a la
cabeza imágenes de algunas películas de Hou Hsiao-hsien y dudo de
si sirven. Casi siempre parece hacer mucho calor y humedad, pero
sinceramente desconozco cuánto de eso es estacional u ocasional o si
es que su clima es siempre así. Un verano en
casa del abuelo
sí es absolutamente vacacional y veraniega. Quizás también
algunos momentos de Los chicos de Fengkuei,
pero luego no sabría decirlo de otras. Y otro tanto con Edward
Yang. Es tentador incluir Un día de verano,
porque, ah, lleva la palabra verano en el título. Sólo que ése no
es su título. La llamaron así para la difusión internacional,
pero el título original no hacía referencia al verano, ni parecido,
sino a un crimen que ocurrió en los años sesenta en Taiwán y del
que, ciertamente, se ocupa una parte de la película. Hong Sang-soo
sí tiene algunas películas marcadamente veraniegas. Aunque sea
porque Noche y día
transcurre durante unos días de verano que un chico coreano pasa de
visita en París, o porque La cámara de Claire,
aparte de homenajear a Rohmer en su título, se sitúa en la playa en
días amarillos de verano. De los japoneses clásicos,
Ozu puso nombres de estaciones a varias de sus películas. En lo
veraniego, una es El principio del verano.
Paradójicamente, la que aquí se llama El otoño de los
Kohayagawa tiene como título internacional The end of
summer. Naruse tiene Nubes de verano.
Mizoguchi tiene Cuentos de la luna pálida,
título que a veces se cita extensamente como Cuentos
de la luna pálida después de las lluvias de agosto.
Con todas ellas dudo de si sirven, porque no hay una incidencia
especial de lo estival, más allá del título que tienen.
Ahondando en el cine
americano, quizás la más bonita película vacacional sea la gran
Vacaciones en Roma,
de William Wyler, que cumple muchos criterios: verano, estancia en
ciudad desconocida, deambular sin rumbo fijo, encuentro y flirteo con
personas desconocidas, aprendizaje personal. Me gustan mucho y
podrían encajar La taberna del irlandés
y Barco a la deriva,
de John Ford. Quizás no sean estrictamente veraniegas, pero sí muy
distendidas y joviales. También dos películas de Hitchcock: La
ventana indiscreta,
que sucede en un caluroso verano que obliga a dejar las ventanas
abiertas, y Atrapa a un ladrón,
vacacional y de extranjeros que corren aventuras en localidades
playeras de otro país. Moonrise kingdom,
de Wes Anderson, con la bonita escapada romántica a la playa de dos
jovencitos, mientras oyen canciones de Françoise Hardy. Hubo un
tiempo en que se hacían películas de veranos y campamentos
juveniles, pero no recuerdo ninguna por su título. En mi cabeza
todas se llaman “El campamento de los albóndigas” y en todas
salen Bill Murray y Michael J. Fox. Hay una película mucho más
reciente, Adventureland,
de Greg Mottola, que transcurre en un parque de atracciones, durante
un verano de la adolescencia, pero que cumple todos los criterios de
las de campamentos: verano, romance juvenil, aprendizaje personal, la
melancolía de septiembre. De veranos juveniles de mochileros podría
ser Antes del amanecer,
de Richard Linklater. Un clásico de las películas de veranos
podría ser Verano del 42,
en la línea de despedida de la infancia. 10, la
mujer perfecta,
de Blake Edwards, sería una excelente película de playas y crisis
de la mediana edad. Su juego favorito,
de Howard Hawks, si no es veraniega lo parece y, si no es de
campamentos, es de concursos de pesca. Como las antes citadas de
Ford, es distendida y jovial y también una de las películas que más
me han hecho reír en la vida. Woody Allen habrá hecho de todo en
todas las estaciones y es complicado acordarse. Por lo menos algunas
escenas de Hannah y sus hermanas
transcurren en verano y al menos algunas de Todos
dicen I love you
transcurren durante unas vacaciones. Se podría pensar también en
La comedia sexual de una noche de verano,
pero de memoria no recuerdo cuánto hay de específicamente
veraniego, aparte del título.
Esa
película de Allen nos obliga a recordar a Bergman y su Sonrisas
de una noche de verano.
Juegos de verano
es romántica, estival y juvenil y también lo es Un
verano con Mónica,
que además es uno de los más grandes veranos cinematográficos que
se hayan hecho. Las escenas más nostálgicas de Fresas
salvajes
venían de la evocación de los veranos de juventud. Algún segmento
de Persona
está situado cuando las dos mujeres se van a la casa de la playa a
apartarse un poco del mundo. Pero Persona
es de las películas de tono más grave de Bergman y no creo que
encaje en la ligereza de lo que entiendo como cine de verano.
Siguiendo con otros ejemplos del cine europeo, estaría Chantal
Akerman y dos películas suyas, Toda una noche
y Noche y día.
La segunda la incluyo porque es completamente veraniega, pero no me
entusiasma. Toda una noche,
sí, mucho. Es de las películas grandes de Chantal Akerman y ha
dejado su huella. Muchas de las imágenes que puedan verse más
frecuentemente de personas solas en un entorno urbano, en una noche
de verano, remiten a esa película, sea de modo consciente o no. El
verano de Jacques Tati y su Las vacaciones del
señor Hulot,
claro. Y siguiendo con el cine francés estarían Renoir y Una
partida de campo
y La comida en la hierba,
Assayas y Las horas del verano,
Carax y Mala sangre,
Téchiné y Los juncos salvajes,
Jean Rouch y Crónica de un verano,
Michel Deville y Noche de verano en la ciudad,
Maurice Pialat y los primeros minutos de A
nuestros amores,
otra película que ha dejado una inmensa huella, rastreable pero no
siempre expresamente reconocida en el cine francés. Tengo dudas con
Un verano ardiente,
de Philippe Garrel, que no recuerdo, a pesar de su título, como
especialmente veraniega y desde luego no es muy diferente en su tono
de otras películas invernales de Garrel. Y también las tengo con
Mes petites amoureuses,
de Jean Eustache, aunque en este caso me inclino a favor. Puede que
no sea completamente veraniega, pero algo tiene: las visitas al
pueblo, las pandillas de amigos, las diferencias de cómo han
evolucionado unos y otros un año después de verse la última vez.
En
el cine italiano me acuerdo de Nanni Moretti y el paseo en Vespa por
una Roma desierta en agosto en el primer episodio de Querido
diario.
Las tres películas famosas de Antonioni transcurren en días de
verano, La
aventura, La noche
y El eclipse,
las tres caracterizadas por la idea de la caducidad de las relaciones
personales. La gran belleza,
de Sorrentino, es excesiva y grandilocuente, pero al fin y al cabo
todo el secreto que encierra su personaje es un puro verano que se
busca y no se encuentra. En otras latitudes, se me vienen algunos
ejemplos veraniegos de Tarkovsky. En La infancia
de Iván,
los sueños del protagonista son recuerdos felices de juegos
infantiles con su hermana en la playa. En El
espejo,
tienen un contexto veraniego y de buen tiempo las partes que se
corresponden con recuerdos infantiles del narrador o con recuerdos de
sus padres en esa época.
Veraneos
del cine español también los hay. Los
exiliados románticos,
de Jonás Trueba, y La virgen de agosto,
son ejemplos perfectos. Sobre todo la segunda, que explora la idea
de tratar de mirar con otros ojos y redescubrir la ciudad propia y
que hace de los encuentros y las idas y venidas amistosas y
románticas toda su razón de ser. Además, refleja una ciudad con
verbenas de verano, personas que se encuentran y quedan, con vida en
sus fotogramas, que ahora con la pandemia del coronavirus a mí me da
mucha nostalgia recordar. Novio a la vista,
de Berlanga, con guión de Edgar Neville, es de playas mediterráneas,
veraniega y encantadora. Cría cuervos,
de Saura, es maravillosa, pero le ocurre como a Persona.
Su tono es tan sombrío y opresivo, que por mucho que suceda durante
unas vacaciones escolares, es casi una antítesis de lo que entiendo
por cine de verano. Fedra,
de Mur Oti, es playera y mediterránea, pero no sabría recordar si
particularmente veraniega. Y, por último, veraniega y vacacional sí
es El próximo otoño,
de Antonio Eceiza, con guión de Víctor Erice, y su flechazo de un
chico español por una chica francesa que está pasando unos días
aquí.